EDICIÓN 2017
Puentes entre horizontes
Ciudades y lugares aprehendidos entre migraciones y desencuentros
«Tierra abierta y tendida, buena para el esfuerzo y
para la hazaña, toda horizontes, como la esperanza,
toda caminos, como la voluntad.»
Rómulo Gallegos1
Los flujos migratorios de la humanidad han sucedido en toda su historia. Son efluentes que, como si de un ancho y caudaloso río se tratara, desde él se desprenden y surcan nuevos territorios en busca del mar, de un lago, o de otros ríos que, provenidos de lejanas o ignotas cumbres, acrecientan el torrente de ese gran curso en el que nos sentimos transcurrir.
A veces, no pocas, esos cursos desembocan en un desierto.
Por muchas razones las personas se desprenden de su lugar de origen y van hacia otros horizontes. Miedos, esperanzas; anhelos, ambiciones, promesas; distintas formas de la voluntad humana trazan caminos sobre el planeta para alcanzar otro lugar en el que, quizás, esa vida nuestra prenda, florezca, dé buenos frutos y sombras, hasta un día.
El que emigra lleva en la maleta deseos o huídas. Tal vez ambas. El inmigrante llega a tientas; temeroso o ilusionado; afanado o umbrío. En ambos casos, exilio y extrañeza son las sombras que arroja cada cual, como puede, a cada paso.
Como nunca en su historia, Venezuela ha conocido en estas dos últimas décadas la melancolía de sus emigrantes. De ser un país al que llegaron significativas oleadas de inmigrantes, que hallaron su Manoa por alguno de esos parajes que prendieron en su alma, ha visto ahora partir numerosos jóvenes, familias enteras, buscando el sosiego, las alegrías o las procuras que en esta tierra ya no encuentran.
Y es que el planeta se achica cada día un poco más y las mariposas que agitan sus alas en una primavera por allá, por acá provocan diluvios y huracanes. El miedo impera. En el informe anual de 2016, el director ejecutivo de Human Rights Watch, Kenneth Roth, señala al temor como la característica primordial de los acontecimientos globales recientes: atentados terroristas, afluencia de refugiados hacia Europa y otras regiones, represión contra movimientos civiles en China, Etiopía, India, Rusia y Venezuela.
Fundadas en el miedo, otras migraciones suceden: insilio y polarización. Así, hay quienes “migran” hacia una intimidad lejana, extraña; un valle de silencios. Otros, en cambio, “migran” tras muros erigidos para partir en dos, en tres, en una miríada de guetos, su ciudad.
En un territorio donde somos extraños o nos extrañamos, ¿con quién vamos –si vamos? ¿Hacia dónde –si hay un dónde?
En esta edición de 2017, la Trienal de investigación de la FAU UCV comprende que las personas son puentes entre horizontes disímiles; bien sean esos horizontes ciudades, ideas, o emociones, extranjeras unas de otras.
Josep Muntañola sugiere: «
La actuación de un sujeto en su medio social y físico responde, pues, a un equilibrio entre transformar la realidad o adaptarse a ella, equilibrio que construye la “cultura” de cada sujeto en el seno de una compleja red de relaciones sociales.»
2 Esa situación de personas desprendiéndose de sus lugares, aislándose dentro de ellos o insertándose en otros, lejanos y extraños, nos convoca a intentar una comprensión integral del hábitat humano, es decir, ensayar un mejor entendimiento de las realidades ambientales de su existencia: sus condiciones bióticas, abióticas y socioculturales. Desde ahí, convocamos a pensar la arquitectura y el urbanismo abiertas al reto de lo complejo; al de lo diverso unido a lo específico; al de la persistencia de lo local en lo global; a las bifurcaciones entre lo temporal y lo ácrono.
Tensados entre el júbilo por el quincuagésimo aniversario del Instituto de Urbanismo de nuestra Facultad y el silencio solemne que nos invade al rememorar que, también, se cumplirán cincuenta años del terremoto que estremeció a Caracas; convocamos a reflexionar lo arquitectónico y lo urbano desde las personas que hacen, de su cotidianidad y memoria, puentes entre horizontes.
Horizontes que, quizás, no sean tan distantes como tendemos a creer. Horizontes que sabemos preñados de conflictos; es verdad; pero siempre umbrales hacia otro lugar posible: el imaginado, el pensado, el recuperado; tal vez, uno mejor.
¿Qué lugares acercamos? ¿De qué está hecho ese otro lugar que nos aguarda? ¿Dónde estamos cuando no estamos?
En especial, queremos saber de aquellos horizontes que un día traerán quienes se fueron; los que ven quienes se han separado; los que presienten quienes callan. Queremos conocer los trozos de ciudad que sus ojos aprehendieron; las formas que intuyeron; las estancias donde se intentaron. Queremos ensamblar puentes de palabras para que puedan retornar, unos a otros. Queremos que sepan que desde estas sombras, cada día, nos esmeramos en abrir una nueva ventana, una nueva puerta; porque sabemos que nuestras calles serán otras, mejores, cuando cruzando alguna de ellas, nos volvamos a saludar.
1 En Gallegos, Rómulo (1929) Doña Bárbara; parte I, cap. III: La doma. Buenos Aires: Espasa-Calpe; 25ª, 1969; p.
2 Muntañola, Josep (2002) Arquitectura, modernidad y conocimiento. Revista: Arquitectonics. Mind, land & society. Barcelona: Ediciones UPC. Cap. II, p. 28.